jueves, 25 de agosto de 2011

Dale un pez a un hombre...


Me viene a la cabeza aquella famosa cita que reza: “Dale a un hombre un pez y comerá un día; enséñale a pescar y comerá toda la vida”. Y el motivo es una curiosa comparación que no he podido evitar observar con ciertas medidas públicas que no sólo se han llevado a cabo de forma aparentemente excepcional, sino que luego se han vuelto a aplicar sin evaluar por un momento su eficacia en el pasado. No quiero ni voy a entrar en connotaciones políticas, sino que me limito simplemente a exponer un hecho desde un punto de vista bastante simple y que insisto, puede ser tomado desde la visión más imparcial que pueda imaginarse.

Dicho de otro modo: “Dale 400 euros a un desempleado y lo mantendrás durante un mes (a duras penas); dáselos a un autónomo y puede que al cabo de unos meses tengas menos parados”. Sólo es una reflexión, pero creo que tiene un buen grado de validez, dado que con estas medidas reiteradas, a pesar de que son perfectamente lógicas y necesarias, lo que realmente se consigue es alimentar un espíritu de pasividad, de auto-lamentación y de postergación de un ambiente agónico y desdichado, en lugar de llamar al valor, la iniciativa, la creatividad y a seguir manteniendo el barco a flote contra viento, marea y tempestades.

No sé cuantas de estas ayudas se van a repartir durante los próximos seis meses, pero quizás hubiera sido más interesente dirigir este dinero hacia un público objetivo que se comprometiera a seguir peleando por encontrar un punto de optimismo (no exento de sacrificio) en este ya tortuoso y prolongado viaje cuesta abajo y sin frenos en el que seguimos inmersos. Incluso me atrevería a decir que más de uno de que los puedan recibir ahora esta “ayuda”, preferiría en lugar de seis meses que fueran tres, pero que se obtuvieran a cambio de un mínimo de actividad y compromiso laboral, en lugar de seguir fomentando una postura de lagartos al sol, que siguen rebajando el precio de su lamentable existencia, a cambio de un puñado de raquíticos y polvorientos insectos.

Me alegro sinceramente por las personas que recibirán esta ayuda, pero deben saber que de seguir así, tarde o temprano nos quedaremos sin barco, sin redes, puede que incluso sin peces… y lo que es peor aún: sin pescadores de verdad. Y entonces más de uno se preguntará por qué nadie le avisó de que pescar era mucho mejor que comer peces. Y otra vez volveremos a lamentarnos y a echarle la culpa a la marea, al tiempo, a los políticos o a toda la corte celestial, en lugar de coger de una puñetera vez el timón entre las manos, el cuchillo entre los dientes y hacernos a la mar, con cojones o sin ellos.