martes, 17 de mayo de 2011

El dinero no te hará mejor ni peor


Quizás no sea la primera vez que use esta máxima en mi blog o en mis libros, y probablemente tampoco sea la última: “El dinero no hace ni mejor ni peor a las personas, sino que simplemente las descubre”.  Es decir, que nadie es mejor ni peor hombre o mujer por más o menos dinero que tenga, puesto que seguirá comportándose con la misma clase o la semejante ruindad que hasta entonces viniera mostrando, independientemente de que le haya tocado el Gordo de la Lotería, o haya dado un pelotazo en bolsa.

Y es por ello que me siento halagado, orgulloso y feliz, cuando tras uno de mis cursos o seminarios, me veo rodeado de personas que, atraídas por la bolsa (todo hay que decirlo) sintonizan también con ese otro mensaje de compartir, de divertirse, de expandirse como ser humano, sin que por ello se pierda rigor ni validez en el resto de conceptos y conocimientos que por supuesto constituyen el objetivo del encuentro.

Pero resulta curioso y a la vez gratificante, observar  cómo se va produciendo una exquisita ampliación renovada  en mi círculo de conocidos, que luego pasan al plano de mayor confianza y así me voy encontrando cada día con más propuestas para tomar un café o quedar para almorzar, que para charlar sobre el último sistema de trading que he diseñado (aunque también quede tiempo para ello).

Y me alegro de haber podido girar y dirigir mi mensaje hasta ese grupo de personas que estaban en los más recónditos rincones de la geografía española (e incluso más allá….) y que han conseguido cambiar mi vida. O ahora que lo pienso:  ¿no seré yo el que haya cambiado la suya?  Sea como fuere, me siento un privilegiado por ello y quiero compartirlo al máximo con todo el que piense que por delante del dinero, de la especulación y del trading, están las ilusiones, los proyectos, las frustraciones, las carcajadas, las anécdotas, las miradas… en definitiva: las personas.

A ver si nos enteramos de una vez, porque el día que nos toque firmar el finiquito de nuestra existencia terrenal, no podremos llevarnos ni un puñetero céntimo al otro barrio,  pero tampoco podrán arrebatarnos ni uno sólo de los buenos momentos compartidos en compañía de mejores  personas y por supuesto, con la ausencia del dinero.

A ver si nos enteramos… que ya va siendo hora…

domingo, 1 de mayo de 2011

¡Qué mala suerte tengo!

El ser humano es, por naturaleza y en términos generales, siempre inocente. Es decir, resulta mucho más fácil y común echar la culpa a los demás, al destino, a la mala suerte, al mercado… A todo, menos a uno mismo. Pues a ver si nos enteramos de una puñetera vez y hacemos un acto de sinceridad: somos los responsables directos y absolutos de todo cuanto nos ocurre. Sí: de todo.

Así que basta ya de lamentaciones, de complejo de mártir flagelado por un implacable destino opresor y vamos a asumir el timón de nuestro barco y admitamos que estamos donde estamos por nuestra propia responsabilidad… o la falta de ella.

¿Crisis? ¡Ja! ¿Y por qué siguen estando los centros comerciales de bote en bote? ¿Y por qué siguen los precios de todos los artículos de lujo por las alturas? ¿O es que Rolex ha hecho una campaña de “lleve 3 y pague 2” y yo no me he enterado? Crisis hay. Y seguirá habiendo. Pero mientras no admitamos que hemos llegado aquí por nuestra propia incompetencia, arrogancia, irresponsabilidad o una buena mezcla de todo ello, aderezada con un buen toque de avaricia desmedida, no seremos capaces de salir del pozo. Sólo hay una forma de solucionar esto: buscando soluciones. Y no sentándote a mirarte el ombligo, lamentándote mientras te preguntas: “¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho yo para merecer esto?”. Simplemente debes invertir tu punto de vista y darte cuenta de que nadie está en contra de ti, de que nadie te ha echado un mal de ojo, sino que simplemente lo has hecho mal y esto te ha llevado a donde estás hoy y ahora. Punto.

Por eso, vale ya también de despotricar contra el mercado, de lanzar una y otra vez mensajes de que “alguien te está viendo” y de qué mala suerte tienes, porque cada vez que entras en una posición, aquello se gira en tu contra como perro rabioso que te ataca. Pues nada de esto es cierto. No eres el centro del universo y mucho menos del bursátil. Nadie está esperando tu “valioso contratito” o tu “paquetito de 100 acciones” para merendárselos a la primera de cambio. Eres tú y sólo tú el responsable de lo que ocurre. Basta con que hagas un ejercicio de proyección  y te mires desde fuera, para ser capaz de identificar tus errores. Claro, que para eso antes tienes que admitir que te has comportado como un perfecto inepto hasta el momento… y esto quizás ya no sea tan fácil. Pero no es cuestión de mala suerte. Eso seguro que no.