sábado, 16 de abril de 2011

Sobre la distorsión

El término "distorsión de la realidad" es comúnmente conocido y popularmente utilizado como muletilla en determinadas ocasiones para salir del paso ante situaciones habituales, pero igualmente indefendibles, como podremos comprobar con un mínimo esfuerzo que hagamos. Así, no será difícil encontrarnos con energúmenos (no sé por qué pero raramente son "energúmenas") que habiendo ingerido más alcohol de lo previsto (siempre bajo su propia volundad, por cierto) se encuentran en un punto de exaltación de la autoesitma y la capacidad propia difícilmente cuestionables.

Pues ocurre, curiosamente, que este nivel de dominio de la situación y del típico "yo controlo..." cuando en realidad no es capaz de dar ni con la palanca de cambio (y detalles por el estilo) es totalmente comparable al individuo que mantiene una posición larga en contra de una caída libre de la cotización, o del que sigue "vendido" observando con cara de póker como el precio sube y sube sin descanso.

¿Por qué el ser humano es tan rematadamente imbécil y obcecadamente obtuso para no ser capaz de admitir que se ha equivocado? ¿Es tan complicado decir "la cagué"?

En bolsa, a diferencia de otras facetas de la vida, esto se reduce a un sólo click de ratón donde podemos pasar de decir "donde dije digo... digo Diego..." y nadie nos tachará de hipócritas. Pero mucho me temo que la cuestión no está en la sencillez de enmendar un error sino en la dignidad de reconocerlo. Y mientras no seamos capaces de encajar esta lección veo bastante difícil que una posición perdedora pueda ser cortada de raíz, de la misma forma que veo altamente complicado que alguien diga "lo siento" minutos después de saber que ha metido la pata hasta la cintura.

Por eso, sería bastante recomendable que dedicásemos de vez en cuando un buen rato para estar "a solas con nosotros mismos", haciendo un sincero y estricto autoanálisis y admitiendo hasta qué punto estamos siendo víctimas de nuestra propia distorsión de la realidad y del grave daño que ello nos ocasiona, tanto en nuestro bolsillo, como en nuestra cabeza.

Y mientras no lo hagamos... mal viento nos corre...

viernes, 1 de abril de 2011

Una visita al museo

No recuerdo ya cuando fue la primera vez que visité un museo (sea cual sea la índole de los objetos que expusiera) ni tampoco tengo claro el texto al que suelo hacer últimamente repetidas referencias en mis sesiones de trading en directo y que es el protagonista de este artículo. Pero de lo que no me cabe duda es que puede ser alto el porcentaje de mis lectores(as) que ya esté haciendo cábalas para encontrar algún tipo de concordancia entre una plácida estancia en alguna sala de esta naturaleza y la dinámica que conlleva operar en los mercados financieros.

Pues resulta, que a raiz de la situación actual en la que están situados los índices más representativos de las bolsas mundiales, está empezando a ser "mosqueante" que no se produzca ya una corrección cuando en realidad el panorama general es cada vez menos alentador desde cualquier punto de vista y análisis que se realice. Entonces, ¿por qué ha subido la bolsa? ¿Y por qué no baja ya? ¿A qué están esperando las bolsas para corregir? Todo ello desemboca en una situación de "subida forzada" y de movimientos bastante laterales e indecisos en el intradía, hasta que una noticia o una publicación de algún dato macroeconómico provoca un brusco salto en la cotización, sin dar oportunidad para participar y volviendo nuevamente a ese estado de semiletargo, hasta un nuevo zarandeo.
Es entonces, cuando viene a mi mente mi querida expresión, para todos los que siguen mis indicaciones; y es cuando afirmo: "Esto es como en los museos: Ver pero no tocar". Porque si hay algo que debemos desarrollar para alcanzar destreza en los mercados bursátiles es la capacidad de descartar oportunidades y no entrar a todo trapo, esté como esté la situación, porque simplemente no podemos permitirnos cerrar un balance diario sin haber hecho al menos una operación. Pues siento decir (y afirmar con rotundidad) que hay muchas ocasiones en las que "lo mejor que se hace es no hacer nada". 

Y recuerda que, como alguien dijo alguna vez (y como cito en alguna parte de mi obra): “Es mejor esta fuera queriendo entrar, que dentro queriendo salir”. Así que cuando nos veamos en una situación en la que no hay forma de meterle mano a la operativa, ni de encontrar una tímida pauta de entrada para abrir una posición, lo mejor que hacemos es recuperar aquella imagen, ya borrosa en la retina, de un jovenzuelo mirando con asombro una valiosa reliquia con cientos de años de historia y secretos, custodiada por un celoso rótulo que rezaba: “Ver pero no tocar”.