martes, 26 de julio de 2011

¿A dónde vas con tanto correr?


En menos de treinta y seis horas tuve “el placer” de vivir dos experiencias muy similares, de esas que dejan huella, siempre que uno se encuentre alerta y receptivo para tales mensajes. La primera fue un domingo a las doce y poco de la mañana, cuando encontrándome parado en un cruce, quien estaba detrás mía adelanta de forma brusca y se salta todos los cánones de la circulación, preferencias de paso y demás normativas habidas y por haber. La segunda fue al día siguiente, a eso de las cinco y media de la tarde, cuando yendo yo caminando por una acera, me saluda desde su coche un amigo al que no le dio tiempo a intercambiar conmigo tres frases, cuando ya le estaba advirtiendo a golpe de claxon el coche de atrás.

Lo mejor de todo es que en ambos casos la insoportable espera no creo que llegara a los diez segundos. Pero el punto de crispación, de desequilibrio, de nervios y de falta de sentido común llega a niveles insospechables. Estas personas no saben que al final… también se van a morir, como todo el que haya nacido. Pero en lugar de haber disfrutado del camino, se habrán dedicado a freírle las entrañas a todo el que se le cruce, porque las suyas imagino que ya estarán carbonizadas. Pues por mi parte, voy a seguir parándome en los cruces, caminando a un ritmo más lento, hablando con mis amigos siempre que pueda (ya vayan a pie, en coche, moto o burro-taxi) y no me da la gana de entrar a saco en este ritmo de prisas, de impersonalidad, de frenetismo compulsivo, para ganar tiempo en la carretera con imprudencias y salidas de tono, con el único objetivo de volcar sobre mí su carencia total de gusto por lo sencillo, por los momentos, por algo tan especial y sutil como ser consciente de tu vida.

Vamos a dejarnos de tantas prisas y “tanto correr” porque al final llegaremos al mismo sitio y de ésa sí que no nos salva… ni Perry Mason. Depende de nosotros haber disfrutado del trayecto o haberlo convertido en un cúmulo de sinsabores, tensiones, amarguras y mierdas variadas (sitio al que por cierto mandé con todas las letras a cada uno de los protagonistas de sendas aventuras; no sé si me oyeron, ni me importa).

Disfruten del verano, del invierno o de la estación que más les guste. Pero disfruten y corten de una puñetera vez con ese endiablado tren en el que todo tiene que ser rápido, asfixiante y “de ahora para ya”. Ya lo dijo Groucho Marx hace años pero es más cierto y válido cada día: “Paren el mundo, que yo me bajo”.  Y quizás por eso, entiendan mis alumnos y alumnas que participan en nuestras sesiones de trading en directo, por qué siempre digo aquello de: “Vamos a hacerlo bien. Vamos a divertirnos… y de paso, vamos a ver si ganamos dinero.”

domingo, 10 de julio de 2011

De los 40 para arriba.. haz lo que el cuerpo te pida

Una de las características inseparables de pasar de los 40 es ese creciente, constante e insistente deseo de hacer balance de tu vida y de cómo en qué circunstancias, has llegado hasta donde ahora te encuentras. No puedes evitar pensar que ya estás más cerca del final que del principio. Tampoco se te escapa ver que el tiempo pasa inexorable para todo y para todos, y cómo los que antes gateaban, ahora te miran desde arriba; y los  que antes te preguntaban con curiosidad, ahora te afirman con la rotundidad incuestionable que tú también tuviste tiempo atrás; y a muchos de los que les preguntabas… ya no puedes hacerlo.

Pero después de los 40 aún hay vida. Déjate de depresiones galopantes y de gilicagadas por el estilo y aprovecha la experiencia que tienes, con la energía que aún debe quedarte. Porque tanto una como otra, lo admitas o no, forma parte irrefutable de tu camino personal recorrido hasta este punto y este momento. Una vez más, como en tantas cuestiones de la vida, es tu actitud la que te puede ayudar a construir tu propio destino.

Así que me niego a ser un cuarentón en fase descendente, que está más tiempo melancólico que alegre, nostálgico que feliz y advierto que a nadie se le ocurra espetarme aquél refrán que dice “De los 40 para arriba, no te mojes la barriga”, porque entonces le espetaré yo este otro de cosecha propia: “De los 40 para arriba… haré lo que el cuerpo me pida.” ¿Y por qué este desaire? Pues porque tengo el punto de madurez necesario para no correr antes de andar, para no querer llegar a la meta antes de partir; pero también tengo la capacidad de hacer las cosas que se me quedaron en el camino, porque aún estoy a tiempo, porque son aquellas cosas que estaban por encima del dinero y son las que realmente deseaba (y aún deseo) hacer.

Por favor, vayan apartándose, quítense de en medio y no estorben, todos los que crean que el mundo no está en manos de los que pasan de los 40, porque a nosotros nos toca ahora más que nunca poner otro ritmo en esta carrera sin sentido, en esta avalancha de información imposible de asimilar, en esta vida delante de un cuadro (ya sea una televisión, un ordenador, un móvil o cualquier otro artefacto tritura-tiempo). Por eso quiero que, si eres de los que está en este barco (o a punto de embarcar), te des cuenta de que es un privilegio esta travesía y en lugar de mirar al mar con la vista perdida en las profundas aguas, mires al horizonte y te ilusiones con llevar tu barco hasta esa isla paradisíaca que siempre soñaste (suena un poco cursi, pero el mensaje debes cogerlo y aprovecharlo).

Yo por mi parte, he optado por “la bolsa” como el medio que me permita romper la baraja y hacer todo lo que no hice condicionado por el dinero, y no tener que hacer todo lo que detestaba, precisamente a cambio de dinero. Tú puedes hacer lo que quieras, pero deja de mirar a los 40 por el retrovisor y aprovecha el viento que te está dando en la cara, mientras haya frescura en el ambiente… porque nada es eterno.